Cuando nuestros pensamientos o nuestros actos no son buenos, nos remuerde la conciencia. Nos sentimos intranquilos. Con pesadumbre. Tristes. En el fondo lo que nos sucede es que reconocemos que no hemos sido fieles al amor de Dios. Esto nos quita alegría. Pero si somos capaces de reconocer nuestros yerros, y nos ponemos en disposición para corregirlos, volverá a nosotros la alegría. Es la mejor prueba de que nos sentimos en paz con nosotros mismos.
El peldaño más bajo de esta decadencia moral es la soberbia. El hombre rico se viste como si fuera un rey, simula las maneras de un dios, olvidando que es simplemente mortal – Papa Francisco
La sociedad en la que estamos inmersos necesita personas humildes, serviciales y honestas. Sobran los soberbios que se consideran superiores a los