Acción Católica General

Málaga

Nuestra historia

Si hoy somos es porque hemos sido. Si hoy somos es porque queremos seguir siendo y porque tenemos una propuesta clara e ilusionante que proponer a las comunidades parroquiales y al mundo en toda su diversidad y pluralidad. Todos los años de historia son motivo de celebración y de satisfacción, con sus luces y sombras. Nuestra trayectoria nos ha traído hasta aquí, hasta este punto kilométrico en el que debemos coger nuestras sandalias y salir a los caminos a encontrarnos con las personas que tienen sed de justicia, verdad, libertad, esperanza… en definitiva, que buscan a Jesucristo Resucitado.

 

Los orígenes

A finales del siglo XIX, la Iglesia universal comienza a sentir la necesidad de organizaciones laicales para afrontar nuevos requerimientos pastorales propios de la época, y se inicia un proceso asociativo impulsado por los Papas a partir de Pío IX. Dentro de este proceso, diverso en intentos, se va perfilando una forma nueva de vivir el compromiso laical, signada por una preocupación más amplia por toda la misión y la vida de la Iglesia, no dedicada principalmente a la defensa de sus derechos públicos ni orientada específicamente a la realización de obras de caridad o de piedad, sino también interesada en la restauración de todas las cosas en el espíritu evangélico, y en trabajar por la “cuestión social” planteada por León XIII en su magisterio.

Se va perfilando una forma asociada a la que, finalmente, Pío XI da especial impulso y ordenamiento orgánico. La define como “la participación de los laicos en el apostolado de la jerarquía” y la confirma bajo el nombre de Acción Católica tal como se había venido usando.

Posteriormente, con el papa Pío XII, la palabra “participación” propia de la AC fue transformada por las más matizadas de “colaboración”, “cooperación” y “ayuda”, acentuándose una particular radicación parroquial, así como su voluntad apostólico-misionera en la frontera de los diversos ámbitos de la vida (familiar, cultural, social, político…).

Años más tarde, esta particular forma de apostolado laical asociado, es profundamente debatida en el Concilio Vaticano II, que la redefine y la ubica finalmente como “perteneciente al diseño constitucional de la Iglesia” (según palabras de Pablo VI). En la Constitución Lumen Gentium (33) al tratar el apostolado laical que tiene su origen en el Bautismo, distingue como un servicio más comprometido el que cumple la Acción Católica en cuanto “forma laical llamada a una colaboración más inmediata con el apostolado de la Jerarquía“; en el Decreto Ad Gentes (15) coloca a la Acción Católica como “uno de los ministerios necesarios para la plantación de la Iglesia y el desarrollo de la comunidad cristiana“; en el Decreto Apostolicam Actuositatem, caracteriza a la Acción Católica por medio de cuatro notas que la identifican en medio de la creciente constelación de Asociaciones y Movimientos laicales; y en el Decreto Christus Dominus (17) coloca “señaladamente a la Acción Católica” entre las preocupaciones de los Pastores en orden a urgir a los fieles a ejercer su apostolado propio.

La VII Asamblea del Sínodo de los Obispos de 1987, al analizar el amplio panorama del asociacionismo laical, produce una recomendación que es asumida textualmente por Juan Pablo II en el Nº 31 de Christifideles Laici cuando, al referirse al reconocimiento explícito y elección de asociaciones que hace la Jerarquía por exigencia del bien común de la Iglesia para promoverlas de un modo peculiar, dice: “los Padres sinodales han recordado explícitamente diversos movimientos y asociaciones de Acción Católica“, actualizando el valor oficial y público de la AC en la Iglesia. Pablo VI y San Juan Pablo II la describían siempre como “una singular forma de ministerialidad eclesial.

En el documento “Cristianos laicos, Iglesia en el mundo” elaborado por la Conferencia Episcopal Española en 1991 se afirma: “la AC no es una asociación más, sino que tiene la vocación de manifestar la forma habitual apostólica de los laicos de la diócesis, como organismo que articula a los laicos de forma estable y asociada en el dinamismo de la pastoral diocesana” (CLIM 95). Y esto no es fruto de un carisma fundacional o de un privilegio específico de este grupo, sino que surge de la misma teología de la Iglesia diocesana y de la necesidad que tiene de estimular y asegurar su misión evangelizadora en el mundo por medio de sus laicos.

En esta clave se anima a la “promoción de la Acción Católica General, que deberá estimular los esfuerzos de la parroquia a fin de impulsar la evangelización de los ámbitos donde está inmersa; impulsar un laicado adulto, evangelizador, militante y contribuir a la unidad de la comunidad parroquial en la misión y a la corresponsabilidad de todos sus miembros.” (CLIM 126)

La configuración de la nueva ACG

La aprobación de los Estatutos de la Acción Católica Española (ACE) tuvo lugar en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española de Noviembre de 1993. En ellos se invitó a los movimientos Junior (niños), MJAC (jóvenes) y ACGA (adultos) a que comenzasen a funcionar coordinándose en las parroquias.

El resultado de diez años de coordinación y reuniones entre los Movimientos de Acción Católica General, dio lugar al documento “La Acción Católica General. Nueva Configuración – A vino nuevo, odres nuevos” que pretendía ser el Proyecto evangelizador de la ACG para el futuro.

Tras años de debate y toma de decisiones, los movimientos MJAC, ACGA y miembros del Mvto. Junior deciden agruparse en una única realidad asociativa. En la XCIII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española celebrada en Madrid en abril de 2009, los obispos aprueban los Estatutos de ACG, haciendo así posible la constitución de esta asociación laical en su primera Asamblea celebrada en Cheste (Valencia) en el verano de ese mismo año.

Desde entonces tratamos de hacer vida este proyecto renovado teniendo muy presentes las palabras del papa Benedicto XVI dirigidas en 2008 a la AC, y que cobran total vigencia en el tiempo actual de la ACG en España: “¿Acaso no es posible también hoy para vosotros niños, para vosotros jóvenes y adultos, hacer de vuestra vida un testimonio de comunión con el Señor, que se transforme en una auténtica obra maestra de santidad? ¿No es precisamente esta la finalidad de vuestra asociación? Ciertamente esto será posible si la Acción Católica sigue manteniéndose fiel a sus profundas raíces de fe, alimentadas por una adhesión plena a la Palabra de Dios, por un amor incondicional a la Iglesia, por una participación vigilante en la vida civil y por un constante compromiso formativo. Responded generosamente a esta llamada a la santidad, según las formas más características de vuestra condición laical… Esta amplia dimensión eclesial, que identifica vuestro carisma asociativo no es un signo de una identidad incierta o superada; más bien, atribuye una gran responsabilidad a vuestra vocación laical: iluminados y sostenidos por la acción del espíritu Santo y arraigados constantemente en el camino de la iglesia, se os estimula a buscar con valentía síntesis siempre nuevas entre el anuncio de la salvación de Cristo al hombre de nuestro tiempo y la promoción del bien integral de la persona y de la familia humana.”