Los creyentes tenemos la gran dicha de poder ser los más bienaventurados de los mortales. Nuestro Dios y Señor nos ha hecho herederos suyos. Es decir, que, si somos fieles a sus mandatos, disfrutaremos de todos sus bienes. Por eso nos produce inmensa alegría cuando estamos cerca de Él y no le defraudamos, sino que vivimos fielmente, según lo que nos tiene ordenado. En esto es en lo que estaría bien que empleáramos nuestras energías, porque es lo que realmente merece la pena en esta vida terrenal.
Un buen hombre no es un hombre perfecto; un buen hombre es aquel que es honesto, fiel y que responde sin dudar a la voz de Dios en su vida – San John Fisher
Mientras caminamos por este mundo, no nos martiricemos buscando la perfección. No la encontraremos, porque no existe. Ni en los otros ni