Por la fuerza no se consigue convencer, sino imponer. Con la bondad, la mansedumbre, la humildad, y, sobre todo, con el propio ejemplo, es más fácil llegar a los otros. Si no ven en nosotros la mano que castiga o la lengua que descalifica virulentamente, no nos rechazarán de entrada. Para conseguir más adeptos a la causa del Evangelio debemos despojarnos de la soberbia y la amenaza.
El amor del Señor no tiene límites, que no lo tenga tampoco el nuestro – Santa Maravillas de Jesús
Dio su vida por cada uno de nosotros. Eso sí es amor de verdad. Porque quien renuncia a sí mismo, a su