A los que queremos seguir a Cristo, no nos está permitido juzgar a los demás. Será Dios quien lo haga en su momento. Porque nosotros no somos quienes para dictar ninguna sentencia de culpabilidad. Si nos arrogamos un poder que no se nos ha dado, estamos actuando incorrectamente. Por desgracia, con demasiada frecuencia condenamos a los otros. Mejor sería que nos despojáramos para siempre de los ropajes de la soberbia que nos impiden ser buenos cristianos. No juzguemos el comportamiento de los otros.
La buena conciencia es tan alegre, que hace alegres todas las molestias de la vida – Fray Luis de Granada
La conciencia buena nos produce paz, interior y exterior, si actuamos conforme es nuestro deber como creyentes. Además de eso, nos sentimos