Anunciar el Evangelio es tarea de todo bautizado. Pero este anuncio no es suficiente. Ha de ir acompañado de los actos que pregonen, a los ojos de los que nos escuchan, que creemos lo que predicamos llevándolo a la práctica. Son nuestras acciones la mejor predicación. Mucho más que las palabras o los bellos discursos. Porque el ejemplo que demos es lo que llega a los demás con mayor eficacia. Mal podemos anunciar el mensaje de Jesús si nosotros nos mostramos remisos a llevarlo a nuestras vidas. ¿Quién nos creerá si no vivimos de acuerdo con lo que anunciamos a los otros?

Felices los que saben escuchar y callar, porque aprenderán cosas nuevas – Santo Tomás de Aquino
La auténtica sabiduría se consigue estando abiertos a escuchar las razones del otro, en silencio, sin imponer las nuestras. Aunque en principio



