Entregarnos del todo. Sin reservarnos nada para nosotros mismos. Entregarnos por completo a Dios y a los hermanos. Esto es lo que se nos pide para ser cristianos comprometidos. Cuanto más cerca estamos de cumplirlo, más alegres nos sentimos. Porque de esta manera es como glorificamos a nuestro Señor. Las otras alegrías, las mundanas, son efímeras, se van de la misma forma que llegan y no dejan más que sinsabores. En cambio, la alegría del buen cristiano no se marcha nunca, sino que se queda y va aumentando en cada obra nueva que emprende para cumplir el mandato de Jesús.
Si Dios está con nosotros, ¿quién podrá contra nosotros? – San Pablo, apóstol
Nuestra debilidad está en la poca confianza que tenemos en Dios. Nos creemos fuertes y prescindimos de Él. Nos consideramos autosuficientes. Mal