Para ser mejores personas y para poder ayudar cristianamente a los demás, necesitamos la fuerza que solamente procede de Dios. Nosotros somos poca cosa, estamos llenos de defectos y nuestra debilidad es muy grande. Si asumimos esta realidad, lo correcto es acudir humildemente al Señor a pedirle que nos eche una mano. Porque solamente Él lo hará. Nunca seremos defraudados, si ponemos nuestro corazón en sus manos y le encomendamos nuestros proyectos para que Él los dirija. Nos lo ha prometido y nunca defrauda a los que a Él se acercan.
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna – San Pedro, Apóstol
Muchas son las voces de esta sociedad que nos llaman para que las sigamos. Unas nos ofrecen placeres mundanos. Otras, progresos económicos