Dios es misericordioso. Nos lo demuestra en la entrega de su Hijo al permitir que fuera sacrificado para que nosotros pudiéramos salvarnos. Nos lo demuestra cada vez que obtenemos su perdón cuando se lo pedimos sinceramente. Esa misericordia es la que debemos practicar con los demás. Siempre. No es justo que pidamos misericordia al Padre mientras no la practicamos nosotros con los hermanos que nos rodean. No Tenemos ninguna excusa para ser buenos con los demás, para perdonarles sus errores y para ayudarles en sus necesidades.
Si se levanta la tempestad de las tentaciones, si caes en el escollo de las tristezas, eleva tus ojos a la Estrella del Mar: invoca a María – San Bernardo de Claraval
En los malos momentos de nuestras vidas, cuando estemos en peligro, o nos encontremos desanimados para seguir luchando por ser mejores, acudamos