O ponemos a Dios en el centro de nuestras vidas o quedamos sometidos a los ídolos que nos acechan por doquier y que nunca nos dejarán en paz. Miremos a nuestro alrededor y comprobaremos que, cuanto más se aleja el hombre de Dios, menos felicidad encuentra. Incluso cuando nosotros mismos nos apartamos un poco de Él, nos sentimos inseguros y sin paz en nuestros corazones.
Considero no tener mayor felicidad que la de entregar muchas almas al Corazón divino – San José María Robles Hurtado
El amor que decimos profesar a nuestro Señor nos obliga a trabajar por implantar su reino en este mundo. Un reino de