Los pobres nunca son una carga para un cristiano. Dios nos lo ha dejado dicho por activa y por pasiva: el pan que dais a un hambriento me lo dais a mí, cuando consoláis a quien está afligido, a mí me consoláis, si vestís a un desnudo, me estáis vistiendo a mí… No busquemos interpretaciones interesadas a la hora de servir a los más necesitados. Porque es Cristo quien está en cada persona pobre, desvalida, triste, hambrienta, desnuda, presa… Y lo que a cada una de ellas hacemos, es a Dios mismo a quien se lo hacemos. Por eso es tan agradable para los creyentes auténticos ser servidores de los pobres.
Para los cristianos no existen los hombres extraños. Nuestro prójimo es todo aquel que tenemos ante nosotros y que tiene necesidad de nosotros – Santa Edith Stein
Un creyente no puede cerrar los ojos ante las personas que están a su lado, sean ricas o pobres, sabias o ignorantes,