¿Somos nosotros de esos que se alegran sinceramente del bien de los demás? ¿O acaso nos disgusta que los otros puedan conseguir lo que nosotros no logramos? ¿Nos conformamos con lo que recibimos o nos quejamos porque creemos que merecemos más? ¿Quiénes son mejores: ellos o nosotros? Si somos capaces de responder honestamente a estas preguntas y estamos dispuestos a modificar nuestro orgullo habremos entrado en el camino de la humildad. Ahí encontraremos la dicha que nos lleva a ser mejores.
“La perfección cristiana sólo tiene un límite: el no tener límite” – San Gregorio de Nisa
Si deseamos ser perfectos, meta a la que debemos aspirar como creyentes, porque es lo que se nos pide, debemos convencernos de