Si amamos a Dios como nos ama Él, debemos estar siempre dispuestos a ir a su encuentro, con alegría y con esperanza. Y a verle en los demás. A hacer por los otros todo lo bueno que podamos hacer. Porque quien es cristiano de verdad tiene que estar decidido a seguir el Evangelio. Sin temor a que esto pueda, a veces, resultar duro y llevar incomprensiones, incomodidades y rechazos. El cristianismo es amor, un amor que enciende los corazones y los hace lanzarse a las más grandes y nobles hazañas.
Pidamos que el nombre de Dios sea santificado en nosotros por nuestra vida – San Pedro Crisólogo
Las palabras de alabanza al Señor nuestro Dios sirven de poco si no van acompañadas de los hechos de vida que demuestren