No se trata de cuánto damos, sino del espíritu que anida en nuestro corazón cuando acudimos a ayudar al necesitado. Lo que importa, pues, es el amor que pongamos al dar nuestra limosna, grande o chica según nuestras posibilidades. Lo que Dios tiene en cuenta es la actitud de nuestro corazón, el cariño con el que actuamos. La generosidad sale del alma y, si es auténtica, no pone límites ni en la cantidad ni en la forma en la que compartimos lo que tenemos con los que nos necesitan.
La caridad no busca jamás la propia comodidad – San Camilo de Lelis
No puede llamarse caridad si lo que hacemos a los demás es para satisfacer nuestros propios deseos, intereses o afinidades sintiéndonos tranquilos