Vivimos en una sociedad agitada por los ruidos externos a la persona, las envidias, cuando no el odio, de unos hacia otros, el materialismo destructor y el egocentrismo de los individuos. Los cristianos formamos parte de esta sociedad y contribuimos con nuestras acciones y omisiones para bien o para mal. Pero es a través de nuestra humilde oración, que nos debe llevar a la acción, como podemos corregir muchas cosas. En la oración sincera encontramos la fuerza suficiente para sanar nuestras propias heridas y ayudar a curar las de los hermanos. La oración es como el bálsamo que mitiga todos los dolores.

Entretenerse en buscar defectos al prójimo es prueba suficiente de no ocuparse apenas de los suyos propios – San Francisco de Asís
Somos muy dados a ver la paja en el ojo de los demás, mientras que nos cuesta distinguir que en los nuestros
 
				 
								


