Amar a los demás, como Cristo nos ha enseñado, es reconfortante. Nunca cansa. Al contrario. Infunde mayor vitalidad. Es como si cada obra buena que hacemos para los otros se transformara en un antídoto contra la fatiga. Cuanto mejor nos comportemos con los que nos rodean, más felices nos sentiremos. Cuanto más repartamos de lo que tenemos, más libres y alegres estaremos. Cuanto más demos, más llenos de paz estaremos.
La vida es un instante entre dos eternidades – Santa Teresita del Niño Jesús
Que la vida es corta, cual un breve suspiro, es una realidad patente. De ahí la importancia que tiene el que, como