Pueden intentar destruir nuestra imagen lanzando contra nosotros injurias, mentiras o acusaciones sin base. La tentación que nos acecha siempre es responder a tales cosas con rotundidad, intentando defendernos personalmente porque nos sentimos obligados a dar la cara por nosotros mismos. En cambio, lo más prudente, lo más cristiano también, es guardar silencio, mantener la calma y que el tiempo, los otros o los propios difamadores se encarguen de restituir nuestra reputación.
En estrecha cercanía con las virtudes ya recordadas, está la misericordia. Ella es buenísima, y muy agradable a Dios, y adecuada en sumo grado para las almas pías – San Cirilo de Alejandría
Dios es misericordioso con todas y cada una de las personas. Porque todas hemos sido creadas a su imagen y semejanza. Y