A veces tenemos la valentía de reconocer que algo que hemos hecho, o dejado de hacer, no ha sido correcto. Pero no basta con reconocerlo, aunque sea un primer paso positivo. Es preciso que prometamos corregir lo que hemos hecho mal. Porque llorar la culpa conlleva la promesa de que nos esforzaremos al máximo para no volver a repetir el error.
La Iglesia de hoy no necesita ‘cristianos a tiempo parcial’, sino cristianos de una pieza – San Juan Pablo II
En estos tiempos actualmente convulsos, como en otros similares de la historia humana, los cristianos que se entregan por completo a vivir