Estamos acostumbrados a correr detrás de las riquezas terrenales como si fueran los ídolos a los que hay que adorar. Huimos de que nos humillen y desprecien porque nos consideramos merecedores de honores y glorias. A menudo ocultamos el rostro de Cristo, pobre, humillado, maltratado… No queremos verlo. Pero solamente en él hemos de fijarnos si queremos ser seguidores suyos.
Ejerciten siempre la caridad, pero háganlo con entusiasmo. No se hagan nunca llamar dos veces, estén siempre listos – San José Benito Cottolengo
No es admisible practicar la caridad con tristeza. Ni con desgana. Ni por compromiso social. Hay que poner en ello alegría, ilusión,