Mucho más fácil resulta acercarnos a los otros, para brindarles nuestra amistad, si lo hacemos mostrándoles la sonrisa sincera que nos lleva a despojarnos de nuestro egoísmo, reconociendo que el otro es más importante que el yo. Hagamos amigos protegiéndolos con el cariño que brota de un corazón que busca hacer bien y no aprovecharse de nadie sino ayudar desinteresadamente.
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna – San Pedro, Apóstol
Muchas son las voces de esta sociedad que nos llaman para que las sigamos. Unas nos ofrecen placeres mundanos. Otras, progresos económicos