Nuestra debilidad está en la poca confianza que tenemos en Dios. Nos creemos fuertes y prescindimos de Él. Nos consideramos autosuficientes. Mal asunto, porque construimos nuestra seguridad sobre las arenas movedizas de nuestro egoísmo y de nuestra soberbia. Con estos materiales, estaremos permanentemente sometidos a las inclemencias destructoras. Con Dios, somos fuertes. Sin Él, estamos derrotados. ¿Seremos humildes para entender esta gran verdad?
Por mucho que se diga, el corazón habla al corazón, mientras que la lengua no habla más que a los oídos – San Francisco de Sales
Lo que tiene auténtico valor en la vida del creyente es lo que sale del corazón. Porque las palabras, en ocasiones son