Nuestra debilidad está en la poca confianza que tenemos en Dios. Nos creemos fuertes y prescindimos de Él. Nos consideramos autosuficientes. Mal asunto, porque construimos nuestra seguridad sobre las arenas movedizas de nuestro egoísmo y de nuestra soberbia. Con estos materiales, estaremos permanentemente sometidos a las inclemencias destructoras. Con Dios, somos fuertes. Sin Él, estamos derrotados. ¿Seremos humildes para entender esta gran verdad?
Que mi primer pensamiento, después del descanso de la noche, sea para Dios – Santa Luisa de Marillac
Gracias, Señor, por este nuevo día que nos regalas. Gracias por seguir amándonos, pese a que no somos merecedores de ello. Gracias