La razón de nuestro existir está suficientemente clara: Dios nos quiere para sí y para que, por Él, nos demos a los demás. Para eso vinimos a este mundo. Nuestra misión, por tanto, es no defraudar al Creador ni a los demás hombres y mujeres que caminan junto a nosotros. Debemos, para ello, olvidarnos de nosotros mismos, convenciéndonos de que con esta renuncia sí estamos en sintonía con lo que el Señor nos ha encomendado.
Ejerciten siempre la caridad, pero háganlo con entusiasmo. No se hagan nunca llamar dos veces, estén siempre listos – San José Benito Cottolengo
No es admisible practicar la caridad con tristeza. Ni con desgana. Ni por compromiso social. Hay que poner en ello alegría, ilusión,