Estamos obligados, moralmente, a construir un mundo nuevo en el que la riqueza sea distribuida más justamente. Un mundo en el que cada persona tenga la posibilidad de trabajar dignamente y percibir un justo salario. Un mundo en el que quien tiene capacidad para crear empleo, no rehúya su obligación de hacerlo, tratando a sus empleados con toda la dignidad y justicia que se merecen. Un mundo donde quien trabaja sea consciente de que tiene que contribuir al bien común aportando su esfuerzo y saber.
El amor del Señor no tiene límites, que no lo tenga tampoco el nuestro – Santa Maravillas de Jesús
Dio su vida por cada uno de nosotros. Eso sí es amor de verdad. Porque quien renuncia a sí mismo, a su