Es frecuente que nos consideremos diferentes a los otros. Incluso superiores, por formación, creencias, gustos, etc. Hasta por posición social. Se nos olvida que todos somos iguales, aunque unos tengan unos dones diferentes. Todos, en resumen, somos hijos del mismo Padre Dios, que nos manda que vivamos en armonía, pues en su casa no quiere más distinciones que el deseo de cada uno por ser el primero en el servicio. De esta manera sí lograremos convivir como la auténtica familia de los creyentes que solamente buscan el bien común.
La buena conciencia es tan alegre, que hace alegres todas las molestias de la vida – Fray Luis de Granada
La conciencia buena nos produce paz, interior y exterior, si actuamos conforme es nuestro deber como creyentes. Además de eso, nos sentimos