María es madre. De Jesús y de todos nosotros, los que creemos en Él. Por eso su corazón es un volcán de amor, de entrega y de servicio. Es amada por Dios, y nosotros, sus mortales hijos, tenemos en su corazón un refugio permanente en el que nos sentimos seguros cuando nos rodean los peligros y donde encontramos el alivio a todas nuestras penas. Acudir al corazón de una madre tan especial nos da fuerzas para seguir caminando por la senda de que nos conduce a la salvación.
Por más comunes que sean las culpas de un hombre, son limitadas; mientras que la misericordia de Dios es sin límites – San Óscar Romero
Nunca debemos cansarnos de pedir perdón a Dios por nuestros fallos. Porque siempre lo obtendremos. Su misericordia es infinita y, como Padre