La meta de cualquier cristiano es la santidad, siguiendo así las enseñanzas del Maestro. Alcanzarla es difícil, pero nunca imposible. Requiere de cada uno de nosotros que queramos ser fieles a Él, por encima de todo. Nuestra voluntad para caminar por el camino adecuado es fundamental. Depende de nosotros, de cada uno. Si humildemente nos echamos en manos de Dios, renunciando a nuestros caprichos, podremos conseguir llegar a ser santos
La Virgen María, la más humilde de todas las criaturas, es la más grande a los ojos de Dios y se sienta, como Reina, a la derecha de Cristo Rey – Benedicto XVI
Orgullosos nos sentimos porque María, mujer sencilla y humilde, de la estirpe de los hombres, ha sido coronada por Dios. Es nuestra