Es a mí, persona concreta, con mi propia identidad, nombre y apellidos, estatura, color de la piel, con mis defectos y mis virtudes, a quien Dios ama. Es por mí, en singular, por quien se hizo hombre y murió en la cruz. Para salvarme a mí. Es a mí a quien ha hecho hijo suyo. No importa que existan los demás, porque yo soy muy importante para Él. Como si los otros no contaran. Como si yo fuera el único ser que habita la tierra. Por eso mi gratitud ha de ser inmensa ya que su amor lo es.
Considero no tener mayor felicidad que la de entregar muchas almas al Corazón divino – San José María Robles Hurtado
El amor que decimos profesar a nuestro Señor nos obliga a trabajar por implantar su reino en este mundo. Un reino de