Amar a los demás, como Cristo nos ha enseñado, es reconfortante. Nunca cansa. Al contrario. Infunde mayor vitalidad. Es como si cada obra buena que hacemos para los otros se transformara en un antídoto contra la fatiga. Cuanto mejor nos comportemos con los que nos rodean, más felices nos sentiremos. Cuanto más repartamos de lo que tenemos, más libres y alegres estaremos. Cuanto más demos, más llenos de paz estaremos.
Puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mi vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse – Papa Francisco
Tengo mucho más de lo que necesito para vivir. Busco tener más, creyendo que cuanto más posea seré más dichoso. Me engaño